Suave, húmeda y con ese punto justo de dulzura, esta tarta de queso logra conquistar a todos los paladares.
Con ingredientes simples y un procedimiento sencillo se obtiene un resultado digno de pastelería.
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Una versión cremosa, delicada y perfecta para cualquier ocasión especial.
Ingredientes
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600 g de queso crema
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200 g de azúcar
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4 huevos
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250 ml de crema de leche
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2 cucharadas de harina común
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1 cucharadita de esencia de vainilla
Preparación
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Precalentar el horno a 200 °C y enmantecar un molde desmontable para que la tarta no se pegue.
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Colocar en un bol el queso crema con el azúcar y batir hasta que quede una mezcla suave y sin grumos.
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Agregar los huevos de a uno, batiendo bien después de cada incorporación para que la preparación quede pareja.
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Sumar la crema de leche, la vainilla y, por último, la harina tamizada. Mezclar con movimientos envolventes hasta integrar todo.
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Volcar la mezcla en el molde y llevar al horno. Cocinar a 200 °C durante 50 minutos aproximadamente, hasta que la superficie tome un color dorado intenso.
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Una vez lista, dejar reposar dentro del horno apagado durante 10 minutos para evitar que se baje de golpe.
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Retirar, dejar enfriar a temperatura ambiente y luego refrigerar un par de horas antes de servir.
Consejos:
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Para que quede realmente cremosa, asegurate de que todos los ingredientes estén a temperatura ambiente antes de comenzar. Esto ayuda a lograr una textura más uniforme y evita grumos.
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Si te gusta con un sabor más intenso, podés reemplazar parte del queso crema por mascarpone, lo que le da un toque distinto y muy especial.
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El punto justo de cocción es cuando el centro todavía se ve un poco tembloroso; al enfriarse se termina de asentar. No la cocines de más, porque puede quedar seca.
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Usá siempre un molde desmontable y, de ser posible, con papel manteca en la base. Esto facilita el desmolde y mantiene la forma perfecta de la tarta.
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Podés acompañarla con coulis de frutos rojos, mermeladas caseras, salsa de caramelo o simplemente crema batida. El contraste entre lo ácido y lo dulce hace que cada bocado sea más especial.
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Si buscás una versión más liviana, podés reducir la cantidad de azúcar a 150 g o usar miel y stevia como alternativas naturales.
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Para conservarla, guardala en la heladera bien tapada. Dura hasta cuatro días sin problemas y con el paso del tiempo va ganando firmeza sin perder cremosidad. Incluso podés congelarla, y al descongelar conservará su sabor y textura.
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Si querés innovar, probá añadir ralladura de limón o naranja a la mezcla. Ese toque cítrico realza el sabor y aporta frescura.
Una receta simple, cremosa y tentadora que no puede faltar en tu mesa.
Guardala porque seguro la vas a repetir muchas veces.