Estas rosquitas crocantes por fuera y tiernas por dentro son una delicia ideal para acompañar el mate.
Fáciles de preparar y con ingredientes que seguro ya tenés en casa.
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Un clásico irresistible para cualquier merienda.
Ingredientes:
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2 huevos
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½ taza de azúcar
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½ taza de leche
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2 cucharadas de manteca o margarina
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1 cucharada de vinagre o jugo de limón (ayuda a que salgan más secas)
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1 cucharadita de polvo de hornear
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1 pizca de sal
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Ralladura de limón o naranja (opcional, aporta aroma y sabor)
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Aproximadamente 3 tazas de harina común (cantidad necesaria hasta formar la masa)
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Aceite para freír
Para espolvorear:
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Azúcar común
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Canela molida a gusto
Preparación:
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En un bol, batí los huevos con el azúcar hasta integrar.
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Agregá la leche, la manteca derretida, el vinagre y la ralladura si decidís usarla.
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Sumá la sal, el polvo de hornear y comenzá a incorporar la harina de a poco, hasta formar una masa blanda, pero que no se pegue en las manos.
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Estirá la masa sobre la mesada enharinada hasta que tenga un espesor de 1 cm aproximadamente.
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Cortá tiras de unos 10 cm y haceles un corte en el centro para formar una trenza o torzada.
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Calentá abundante aceite a temperatura media y freí las rosquitas de a pocas por vez, dorándolas de ambos lados.
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Retiralas con espumadera y dejalas escurrir sobre papel absorbente.
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En caliente, pasalas por una mezcla de azúcar y canela.
Consejos:
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Si querés que queden más suaves, podés reemplazar la manteca por crema.
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El vinagre ayuda a que la masa no absorba tanto aceite, por eso no lo omitas.
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La canela es opcional, pero le da un sabor espectacular. También podés usar azúcar impalpable.
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No frías con el aceite muy caliente porque se doran rápido por fuera y quedan crudas por dentro.
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Para conservarlas, guardalas en un recipiente hermético a temperatura ambiente.
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Podés hacer la masa con anterioridad y dejarla tapada en la heladera hasta el momento de estirar y freír.
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Si querés una opción con menos aceite, podés cocinarlas al horno, aunque pierden algo de crocancia.
Estas rosquitas son perfectas para compartir una tarde fresca, acompañadas de mate, té o café con leche.
Una receta fácil, rendidora y que siempre queda bien.