Las lengüitas de gato son esas galletitas finas, crocantes en los bordes y suaves por dentro que acompañan como ninguna una taza de café, té o chocolatada.
Son simples de hacer, rinden un montón y se conservan muy bien, por eso son una excelente opción para tener siempre algo casero a mano.
Te recomendamos: El secreto de la abuela: Cómo hacer el merengue más cremoso y perfecto para tus tortas
Ingredientes
-
90 g de manteca a punto pomada
-
90 g de azúcar impalpable
-
2 huevos
-
1 cucharadita de esencia de vainilla
-
110 g de harina de trigo 0000
Preparación
-
En un bol, batí la manteca a temperatura ambiente junto con el azúcar impalpable hasta que la mezcla esté bien cremosa, suave y pálida.
-
Agregá los huevos de a uno, batiendo bien después de cada incorporación para que se integren completamente. Sumá la esencia de vainilla y mezclá.
-
Tamizá la harina y agregala a la preparación con movimientos envolventes, usando una espátula o cuchara, hasta que no queden grumos.
-
Colocá la mezcla en una manga con pico liso. Si no tenés, podés usar una bolsita limpia y cortar la punta.
-
Formá tiras finas de 5 a 6 cm sobre una placa con papel manteca o enmantecada, dejando espacio entre cada una porque se expanden bastante al cocinarse.
-
Llevá a horno precalentado a 180 °C y horneá de 8 a 10 minutos, hasta que los bordes apenas se doren. No te pases con el tiempo: deben quedar tiernas en el centro.
-
Retiralas con cuidado usando una espátula fina y dejalas enfriar sobre una rejilla. Al enfriar se van a poner más firmes pero seguirán manteniendo esa textura suave característica.
Consejos:
-
Para que salgan todas del mismo tamaño, podés marcar con lápiz líneas en el papel manteca y usarlo del lado contrario.
-
Si querés un toque diferente, podés espolvorearlas con azúcar común o agregarles ralladura de limón o naranja a la masa.
-
Se pueden bañar en chocolate derretido una vez frías para hacer una versión más golosa.
-
Guardalas en un frasco de vidrio o lata bien cerrado, así se mantienen frescas por varios días.
-
También podés usarlas como base para postres fríos, como semifríos, mousses o con helado.
Una receta simple, rendidora y que nunca falla para acompañar tus meriendas o sorprender con algo casero y delicioso.