Estas costillas son de esas recetas que se repiten una y otra vez porque salen bien sin complicarse.
Quedan bien doradas por fuera, tiernas por dentro y con una salsa espesa, brillante y pegajosa que se agarra a la carne.

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Son ideales para una comida especial, una juntada o simplemente para darse un gusto con algo bien sabroso.
Ingredientes
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600 g de costillas de cerdo cortadas en trozos
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Jugo de 1 limón
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40 g de miel
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2 cucharadas de aceite de oliva
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2 cucharadas de kétchup
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1 cucharadita colmada de pimienta negra molida
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Sal a gusto
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½ cucharadita de pimentón dulce (opcional, pero recomendado)
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1 cucharadita de ajo en polvo o 1 diente de ajo rallado
Preparación
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Precalentá el horno a 180 °C con calor arriba y abajo.
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Colocá las costillas en una fuente amplia para horno, preferentemente sin amontonarlas.
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Salpimentá bien las costillas de todos los lados y agregá el pimentón y el ajo.
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Rociá con el jugo de limón y el aceite de oliva, mezclando con las manos para que queden bien impregnadas.
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En un bowl aparte, mezclá la miel con el kétchup hasta lograr una salsa homogénea.
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Pincelá generosamente las costillas con esta mezcla, cubriéndolas bien.
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Llevá la fuente al horno y cociná durante 35 minutos.
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Retirá la fuente, dales vuelta las costillas y volvé a pincelarlas con la salsa que se haya formado en la base.
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Volvé a llevar al horno otros 25 a 30 minutos, hasta que estén bien doradas, caramelizadas y la salsa espesa.
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Si querés un acabado más intenso, podés subir la temperatura a 200 °C los últimos 5 minutos, vigilando para que no se quemen.
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Retirá del horno y dejá reposar 5 minutos antes de servir para que los jugos se asienten.
Tips y consejos:
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Para que queden bien tiernas, podés taparlas con papel aluminio durante los primeros 20 minutos de cocción y destaparlas después para que se doren.
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Si te gusta la salsa más picante, agregá una pizca de ají molido o pimienta cayena a la mezcla de miel y kétchup.
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Estas costillas también se pueden terminar en la parrilla o en una plancha bien caliente para lograr un dorado aún más intenso.
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Acompañan muy bien con papas al horno, puré rústico o una ensalada fresca que contraste con lo dulce de la salsa.
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La salsa se espesa sola en el horno, pero si querés más brillo, pincelá una última vez apenas salen.
Una receta simple, rendidora y con ese sabor irresistible que hace que no quede nada en la fuente.