Las vainillas caseras son un clásico que nunca pasa de moda.
Tiernas, livianas y con ese aroma inconfundible a vainilla, evocan recuerdos de la infancia y meriendas en familia.

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Esta receta tradicional es simple, rápida y tiene ese toque especial que solo las preparaciones caseras pueden lograr: amor y paciencia en cada paso.
Ingredientes
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3 huevos
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170 g de harina de trigo común
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120 g de azúcar
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1 cucharadita de esencia de vainilla
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Azúcar extra para espolvorear
Preparación
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Precalentá el horno a 180 °C y forrá una placa con papel manteca. Si tenés manga pastelera, preparala con una boquilla lisa.
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Separá las claras de las yemas. En un bol grande, batí las claras a punto nieve. Cuando empiecen a formar picos suaves, añadí la mitad del azúcar en forma de lluvia y continuá batiendo hasta obtener una consistencia firme y brillante.
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En otro recipiente, batí las yemas con el resto del azúcar y la esencia de vainilla hasta que la mezcla esté pálida y espumosa.
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Incorporá las yemas batidas a las claras, mezclando con movimientos envolventes para conservar el aire del batido.
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Tamizá la harina y añadila de a poco a la mezcla anterior, integrando suavemente con una espátula o cuchara de goma hasta que la masa quede lisa y sin grumos.
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Colocá la preparación en una manga pastelera y formá bastones de unos 8 a 10 cm sobre la placa, dejando espacio entre ellos porque crecen durante la cocción.
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Espolvoreá azúcar por encima de cada vainilla antes de llevarlas al horno.
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Horneá entre 10 y 12 minutos, o hasta que estén doradas en los bordes y apenas firmes al tacto.
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Dejalas enfriar sobre una rejilla para que queden livianas y con la textura justa.
Tips y consejos:
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Si querés que queden más suaves, agregá una cucharada de fécula de maíz junto con la harina.
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Para un aroma más intenso, podés usar una chaucha de vainilla natural o unas gotas de esencia de almendra.
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No las hornees de más: deben quedar tiernas por dentro y secas por fuera.
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Conservá las vainillas en un frasco hermético o lata, para que mantengan su textura crocante por fuera y esponjosa por dentro.
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Si querés usarlas para postres como tiramisú o charlottes, dejalas secar unas horas para que absorban mejor los líquidos.
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Podés espolvorearlas con azúcar impalpable una vez frías para un acabado más delicado.
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Si preferís una versión más húmeda, agregá una cucharadita de miel o un toque de ralladura de limón en la mezcla.
Estas vainillas caseras de la abuela son perfectas para acompañar el mate, el café o una taza de leche.
Un clásico simple y delicioso que transmite el sabor de los momentos compartidos en familia.