Una receta económica, rendidora y muy sabrosa que suele pasar desapercibida: los buñuelos de lechuga.
Son ideales para aprovechar sobras de verdura o preparar algo diferente para la merienda o una picada.
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Quedan doraditos por fuera y suaves por dentro, con un sabor que sorprende. ¡Una forma riquísima de comer lechuga frita!
Ingredientes
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250 g de harina común
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1 cucharada de avena fina
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1 cucharada de polvo para hornear
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4 cucharadas de queso rallado
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2 huevos
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2 cucharadas de aceite
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2 cucharadas de jugo de limón
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2 tazas bien colmadas de lechuga picada
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1 cebolla chica (opcional)
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Leche cantidad necesaria
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Sal, pimienta y nuez moscada a gusto
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Aceite para freír
Preparación
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En un bowl grande, colocá la harina, la avena, el polvo de hornear, el queso rallado, una pizca de sal, pimienta y un toque de nuez moscada. Mezclá bien todos los ingredientes secos.
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Agregá los huevos, el aceite y el jugo de limón. Mezclá un poco para que se integren.
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Incorporá la lechuga bien picada y la cebolla (también picada fina si decidís usarla). Uní con cuchara o espátula.
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Empezá a sumar leche de a poco mientras mezclás, hasta lograr una masa espesa, más densa que la de panqueques, que se pueda levantar con cuchara sin que chorree.
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Calentá abundante aceite en una sartén profunda o una olla chica, a temperatura media (que no humee).
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Con la ayuda de dos cucharas, formá bolitas o montoncitos y volcálos suavemente en el aceite caliente.
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Freí los buñuelos por tandas, dándolos vuelta para que se doren parejo por todos lados. Tardan entre 3 y 5 minutos según el tamaño.
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Retiralos cuando estén dorados y crujientes, y colocalos sobre papel absorbente para quitar el exceso de aceite.
Consejos:
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La cebolla le aporta mucho sabor y humedad, pero si preferís podés saltearla previamente para que quede más suave.
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Probá sumarle una cucharada de perejil o albahaca picada para darles un toque más fresco.
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El queso rallado puede ser tipo reggianito, pategrás o el que tengas a mano. Incluso podés combinar varios.
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Si querés hacerlos al horno, colocá la mezcla en pirotines aceitados y cocinalos a 200°C hasta que estén dorados.
Estos buñuelos son una opción genial para cuando sobra lechuga o simplemente para variar con algo diferente.
Se comen calientes, fríos o incluso dentro de un sandwich. ¡Una delicia crocante por fuera y esponjosa por dentro!